La libertad no es algo que pueda ser asociado con las costumbres, los
hábitos y los caprichos. Libertad consiste en querer ser uno mismo; es
aquello que depende de nosotros mismos, no de lo que depende de las
costumbres adoptadas en la época en la que nos toca vivir, ni en los
hábitos y los caprichos propios o de los demás.
“Dos más dos son cuatro”, tal expresión no depende de nosotros,
pero sí podemos elegir entre situaciones de nuestra vida que no están
predeterminadas y que caen dentro del campo de aquello que sí depende
de nosotros. El hombre, antes que nada, es un ser que elige, un ser que
se arriesga y un ser que se construye a sí mismo y a su propio ser.
Libertad, desde este horizonte explicativo, es poder decir “sí” o
“no”; lo hago o no lo hago, digan lo que digan mis jefes o los demás;
esto me conviene y lo quiero, aquello no me conviene, y por tanto no
lo quiero. Libertad es decidir, pero también, no olvidarnos de que realmente
estamos decidiendo. Libertad es lo más opuesto a dejarse llevar
por los usos y costumbres, los hábitos y los caprichos, cualesquiera que
éstos sean y de quien sean. Decidir realmente es pensar por lo menos
dos veces lo que vamos a hacer.
Ahora bien, no se quiere decir con ello que todas las costumbres,
hábitos y caprichos sean motivos inadecuados para actuar; sería poco
apropiado querer llevar sistemáticamente la contraria a todas las órdenes,
a todos los caprichos y a todos los hábitos que socialmente pasan como
fundamentales; no, a veces éstos resultan agradables y convenientes. Pero
cabe aclarar que, nunca una acción es buena sólo por ser una orden, una
costumbre o un capricho. Para saber si algo resulta más conveniente
para mí tendré que reflexionar a fondo el curso que habrán de tomar
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mis propias acciones, si es posible, reflexionando hasta más de dos veces
mis propias elecciones.
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