La ética del amor propio, presupone en todo momento no sólo la relación
persona-persona, sino también la relación hombre-cosa, hombre-mundo
y hombre-vida en general. Se trata, en este caso, de un amplio espectro de
vínculos humanizadores que el hombre es capaz de construir y, gracias a
los cuales, da lugar a su segunda naturaleza, ya que todo lo que el hombre
toca, entra en el reino de la cultura, su cultura.
Los modos de apropiación que el hombre pone en juego en estas
múltiples relaciones pueden ser de distinto tipo: cognitivo (científicofilosófico),
mítico-religioso (basado en creencias en seres sobrenaturales)
y práctico-utilitario (intereses instrumentales). Un cuarto modo de
apropiación no contemplado de manera explícita en los tres anteriores,
resulta ser el modo de apropiación ético. Este último remite a los fines y
valores que orientan la acción del hombre en sus relaciones con las cosas
materiales, la naturaleza, la humanidad y la vida en general. Como ejemplo
de ello, podemos decir que resulta más ético no destruir una piedra que
destruirla cuando es innecesario; no arrojar desechos tóxicos al mar que
arrojarlos, no asesinar especies marinas en peligro de extinción que su
exterminio, no cometer crímenes contra la humanidad que cometerlos,
o finalmente, no atentar contra la vida que ponerla en peligro.
Uno de los valores morales fundantes en toda manifestación humana
del amor a lo otro, es el valor respeto, principalmente, el respeto a
la vida, a la naturaleza y a la humanidad entera. Respeto “significa valorar
a los demás, acatar su autoridad y considerar su dignidad, se apega a la
verdad, no tolera la mentira, la calumnia ni el engaño y exige un trato
amable”.En este sentido, el respeto es principalmente una forma de
reconocimiento, de aprecio y valoración de las cualidades de lo otro, precisamente porque dichas cualidades han sido descubiertas, construidas
y/o resignificadas a partir de la relación humana con lo otro.
Una concepción del valor respeto que es congruente con la visión
que acabamos de expresar, es la que sostiene el filósofo francés Emmanuel
Lévinas, quien ha establecido los términos de lo que denomina
una metafísica respetuosa, a partir de la cual define al individuo respetuoso
como aquel que es capaz de reconocer la alteridad de los otros: E l sujeto
moral es aquel que reconoce la diferencia de los otros, que la respeta y es responsable
de ella ... E l y o moral, así definido es un sujeto respetuoso, no imperialista.Desde esta perspectiva filosófica, el sujeto ético respeta la alteridad
y/o diferencia de lo otro y, además, se hace responsable de dicho acto.
De esta forma, la relación del yo (sujeto moral) con lo otro, se plantea
en un plano de horizontalidad y no de verticalidad, donde los “otros”
pueden ser tanto los hombres como los no-hombres.
El respeto puede ser de dos tipos: activo y pasivo. El activo es aquel
que el sujeto se da a sí mismo como resultado de su propia deliberación
moral, mientras que el pasivo, es asumido por temor y miedo al castigo
impuesto por una autoridad externa.
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