La ciencia, al versar sobre la naturaleza y la sociedad,
produce un conocimiento menos sustantivo en la medida en que
aquello que constituye su objeto se encuentra cada vez más devaluado;
tal es el caso de las relaciones individuo-naturaleza.
Según Marx, tuvo razón Vico al distinguir la historia de la humanidad
de la historia de la naturaleza; la primera, dijo, la hemos hecho nosotros,
mientras que la segunda no. Verdad a medias. Esta última también la
hemos hecho nosotros ahí donde comienza la historia nuestra. Por lo
que, no únicamente hacemos historia de la naturaleza cuando actuamos
sobre la misma, sino también cuando respetamos y dejamos a ésta seguir
su propio proyecto de ser, toda vez que aceptamos, junto con
Nietzsche, que “en ella no hay más que necesidades”. En este
sentido, respetar y dejar ser a la naturaleza, significa ya actuar
sobre ella. A decir verdad, no se trata de convertirla en algo
intocable, sino de seguir asimilando las múltiples bondades que, sin pedir nada a cambio ella nos ofrece, al mismo tiempo
que respetamos sus más profundas necesidades. Como dijo
Bacon: en vez de que “los hombres se ocupen en admirar y
celebrar los falsos poderes de la mente, deberían contentarse
con observar a la naturaleza y no de alardear vanamente de
vencerla”.El hecho mismo de actuar o no sobre la naturaleza nos
coloca, paradójicamente, frente a un callejón sin salida; cualquier
solución que adoptemos y sus previsibles e imprevisibles
efectos, tendrá en lo más hondo que ver con nosotros mismos.
¡Somos (quién iba a pensarlo) responsables de lo que se haga o
deje de hacerse con la naturaleza! Sucia y sin identidad, limpia y
con identidad, como quiera que sea, los seres humanos mucho
tendremos que ver en ello.
Lo que nuestra época necesita no es “eternidad” como
pensaba Kierkegaard. Lo que necesitamos, hay que reconocerlo,
es un mínimo de sabiduría presocrática, es decir, volver a reconocer
en el agua, la tierra, el fuego y el aire, los principales elementos constitutivos del ser. Devolvamos a la filosofía su carácter de “ciencia física”,
para de este modo recuperar la physis perdida y el sentido de la misión
que cumplió originalmente la propia filosofía: habilitar al hombre para una comunión con el ser no humano por la vía del
pensamiento.
miércoles, 28 de noviembre de 2018
RESPETO A LA VIDA
La a lucha por la vida es una de las constantes de los seres vivos.
Hasta el punto de que, durante siglos, se consideró el derecho a la
vida como el primer artículo de una ley natural. Ningún ser vivo
quiere la muerte. Esta es siempre algo que acaece, que sobreviene,
no algo que los que están vivos busquen o quieran por sí mismos.
Todos los seres concretos históricos, espaciotemporales (sean
estrellas o peces, nubes o montañas) están limitados en el espacio y el
tiempo. Se dice que sólo Dios es eterno e infinito, puesto que está en
todo lugar y tiempo. Pero en el mundo real todo empieza y todo acaba.
Todo tiene límites espacio-temporales. Aunque en el mundo real todo
acaba, sólo lo que vive muere. Así, los seres humanos compartimos con todos los seres vivos, que somos, parafraseando én esto a Heidegger,
seres-para la muerte. Por eso aprendemos a respetar la vida y la muerte,
pues somos seres finitos, no perennes.
Sin embargo, sólo al hombre le es dada esta cualidad consistente
en saber apreciar el mundo
del valor, en este caso, el
respeto a la vida y a la muerte.
La vida, como todas las
formas de existencia, como
realidad en sí no tiene valor,
es decir, no es buena ni
mala, es el hombre el que
le confiere valor, de ahí las
construcciones humanas
del derecho y del respeto
a la misma. El hombre
concede valor y respeta a la
vida porque él mismo forma
parte de su evolución,
hecho ante el cual no puede
permanecer indiferente. El
homus sapiens se asume como
parte activa de la evolución
de las especies, de las cuales,
él mismo no es sino una expresión; más cualificada e inteligente si se
quiere, pero perteneciente a una especie determinada, al fin.
Los seres humanos no somos iguales a los demás seres vivos, pero
compartimos con ellos los mismos derechos naturales. Uno de ellos es
el derecho a la vida. En este sentido, todo ser viviente debe —y puede ser
respetado por el hombre. De ahí que hoy en día se hable y se legisle,
por ejemplo, sobre el derecho de los animales.
El respeto a la vida, en cualquiera de sus
manifestaciones, tiene que ser un respeto activo,
es decir, elegido y practicado libremente por el
individuo, y no un respeto pasivo, impuesto por
una autoridad externa, donde el individuo sólo
tome conciencia de su valía, pero no haga nada
para perpetuarlo.
EL RESPETO COMO FUNDAMENTO ÉTICO DEL AMOR A LOS DEMÁS
La ética del amor propio, presupone en todo momento no sólo la relación
persona-persona, sino también la relación hombre-cosa, hombre-mundo
y hombre-vida en general. Se trata, en este caso, de un amplio espectro de
vínculos humanizadores que el hombre es capaz de construir y, gracias a
los cuales, da lugar a su segunda naturaleza, ya que todo lo que el hombre
toca, entra en el reino de la cultura, su cultura.
Los modos de apropiación que el hombre pone en juego en estas
múltiples relaciones pueden ser de distinto tipo: cognitivo (científicofilosófico),
mítico-religioso (basado en creencias en seres sobrenaturales)
y práctico-utilitario (intereses instrumentales). Un cuarto modo de
apropiación no contemplado de manera explícita en los tres anteriores,
resulta ser el modo de apropiación ético. Este último remite a los fines y
valores que orientan la acción del hombre en sus relaciones con las cosas
materiales, la naturaleza, la humanidad y la vida en general. Como ejemplo
de ello, podemos decir que resulta más ético no destruir una piedra que
destruirla cuando es innecesario; no arrojar desechos tóxicos al mar que
arrojarlos, no asesinar especies marinas en peligro de extinción que su
exterminio, no cometer crímenes contra la humanidad que cometerlos,
o finalmente, no atentar contra la vida que ponerla en peligro.
Uno de los valores morales fundantes en toda manifestación humana
del amor a lo otro, es el valor respeto, principalmente, el respeto a
la vida, a la naturaleza y a la humanidad entera. Respeto “significa valorar
a los demás, acatar su autoridad y considerar su dignidad, se apega a la
verdad, no tolera la mentira, la calumnia ni el engaño y exige un trato
amable”.En este sentido, el respeto es principalmente una forma de
reconocimiento, de aprecio y valoración de las cualidades de lo otro, precisamente porque dichas cualidades han sido descubiertas, construidas
y/o resignificadas a partir de la relación humana con lo otro.
Una concepción del valor respeto que es congruente con la visión
que acabamos de expresar, es la que sostiene el filósofo francés Emmanuel
Lévinas, quien ha establecido los términos de lo que denomina
una metafísica respetuosa, a partir de la cual define al individuo respetuoso
como aquel que es capaz de reconocer la alteridad de los otros: E l sujeto
moral es aquel que reconoce la diferencia de los otros, que la respeta y es responsable
de ella ... E l y o moral, así definido es un sujeto respetuoso, no imperialista.Desde esta perspectiva filosófica, el sujeto ético respeta la alteridad
y/o diferencia de lo otro y, además, se hace responsable de dicho acto.
De esta forma, la relación del yo (sujeto moral) con lo otro, se plantea
en un plano de horizontalidad y no de verticalidad, donde los “otros”
pueden ser tanto los hombres como los no-hombres.
El respeto puede ser de dos tipos: activo y pasivo. El activo es aquel
que el sujeto se da a sí mismo como resultado de su propia deliberación
moral, mientras que el pasivo, es asumido por temor y miedo al castigo
impuesto por una autoridad externa.
EL AMOR PROPIO COMO AMOR A LOS DEMÁS
Coincidiendo con Fromm, el amor antes que una relación, es un arte que
hay que ir aprendiendo todos los días;
es pues, aquella actitud que orienta y da
significado humano a la relación amorosa.
En este sentido, el aprendizaje del
amor tenemos que construirlo, sobre
todo porque aquel no viene siendo una
realidad constitucional del hombre; una
prueba de ello es que existen en este
último tendencias que son contrarias
al amor, como la envidia, los celos, la
discriminación, la indiferencia, entre
otros rasgos de la naturaleza humana
que dificultan el amor a los demás.
El amor de sí, es decir, el amor
de cada uno de nosotros, nos debe al
mismo tiempo posibilitar el tránsito al
amor a los demás. Una primera posibilidad
en esto es manifestar “amor al prójimo”, definido este término
como la voluntad de querer el bien de las personas que nos rodean;
sí, de los que están a un lado de ti, de mí, de todos nosotros. En esta
faena moral, se trata de poner al amor propio como criterio del amor
a los demás, esto es: amar al prójimo tanto como a ti mismo, como reza el
mandamiento bíblico.
El prójimo es la persona que está junto a ti (aunque a veces no tanto).
Prójimo aquí es el “próximo”, el que está más cercano y es persona.
Por su parte, amor a los demás lo entendemos como una voluntad de
trascendencia por parte del sujeto. Gracias a este acto la persona sale
de sí, deja su propio yo para relacionarse con los demás con el objetivo
de lograr su bien, al mismo tiempo que está consciente que con ello
alcanzará también el suyo.
El amor a los demás, por tanto adquiere las siguientes características:
1) el amor al otro implica su afirmaáón, esto es, nuestro asentimiento de su
existencia, tanto de forma verbal como existencial. De esto modo, para
amar auténticamente al otro, no basta con decirle que lo queremos, sino
la asunción de un compromiso real con el cuidado de la persona que se
ama.
2) amar a los demás, supone también admitirlos en nuestro entorno y aceptarlos, haciéndonos cargo, dentro de lo posible, de lo que son y de lo de que necesitan.
3) el amor a los demás es un sentimiento cercano a la amistad y a la benevolencia, pero no se confunde con ellos. Coincide con la búsqueda del bienestar del otro, pero la amistad es un vínculo más profundo que la simple relación entre un yo y un otro; por ejemplo, podemos amar a los más necesitados, a los compañeros de trabajo, a nuestros maestros, etc., pero estas no son personas esenciales en nuestras vidas como los amigos. Finalmente, hay un vínculo más íntimo y más cercano del amor al prójimo como amor a los demás: se trata de la relación verbal y existencial expresada en la frase “te quiero”. El amor al prójimo se dirige a los demás, pero no de forma específica. Hay, sin embargo, un grupo de personas, generalmente muy reducido, con el que establecemos una relación especialísima y única que nos permite decirle: “Te quiero”, con todo lo que ello significa y conlleva. Es el nivel más elevado del amor y generalmente se limita a:
1) a alguna amistad particularmente profunda.
2) las relaciones familiares, sobre todo entre padres, hijos y hermanos.
3) el amor entre el hombre y la mujer. Esta modalidad del amor reúne todas las cualidades del amor al prójimo en un grado especialmente elevado..
2) amar a los demás, supone también admitirlos en nuestro entorno y aceptarlos, haciéndonos cargo, dentro de lo posible, de lo que son y de lo de que necesitan.
3) el amor a los demás es un sentimiento cercano a la amistad y a la benevolencia, pero no se confunde con ellos. Coincide con la búsqueda del bienestar del otro, pero la amistad es un vínculo más profundo que la simple relación entre un yo y un otro; por ejemplo, podemos amar a los más necesitados, a los compañeros de trabajo, a nuestros maestros, etc., pero estas no son personas esenciales en nuestras vidas como los amigos. Finalmente, hay un vínculo más íntimo y más cercano del amor al prójimo como amor a los demás: se trata de la relación verbal y existencial expresada en la frase “te quiero”. El amor al prójimo se dirige a los demás, pero no de forma específica. Hay, sin embargo, un grupo de personas, generalmente muy reducido, con el que establecemos una relación especialísima y única que nos permite decirle: “Te quiero”, con todo lo que ello significa y conlleva. Es el nivel más elevado del amor y generalmente se limita a:
1) a alguna amistad particularmente profunda.
2) las relaciones familiares, sobre todo entre padres, hijos y hermanos.
3) el amor entre el hombre y la mujer. Esta modalidad del amor reúne todas las cualidades del amor al prójimo en un grado especialmente elevado..
EL EGOCENTRISMO: UNA PERVERSIÓN DEL AMOR PROPIO
El egocentrismo es la concentración exagerada en uno mismo, lo contrario
de mostrar apertura hacia los demás. Sin embargo, no es sinónimo
del egoísmo éticamente considerado. Este último significa manifestación
de amor a las propias potencialidades, en donde el amor propio es concebido
como autoestima, como posibilidad de la propia autorrealización,
junto a la posibilidad que tiene el hombre de reconocerse y actuar
precisamente como sujeto ético, al mismo tiempo que practica el arte
de amar a los demás.
Ahora bien, cabe preguntar ¿por qué se tiende a identificar al amor
propio con el egocentrismo? Esto es así debido a que el hombre tiene
una especial facilidad para centrare en sí mismo, en el propio mundo
y en sus actividades, aislándose de las personas que le rodean. En esto
consiste la perversión del amor propio efectuada por el egocentrismo.
El egocentrismo, entendido como la capacidad de amarse demasiado,
es también demasiado fácil de realizar, de ahí que se haga necesario lo que
se conoce como “olvido de sí’, es decir, el olvido del propio yo, pero en el
sentido de la capacidad para negarse a sí mismo, cuyo auténtico significado
implica impulsar a las personas a salir de un reconcentramiento egoísta en
los propios intereses. En esta perspectiva:
El amor de sí necesita, para realizarse plenamente, el olvido de sí,
porque sólo si amamos a los demás de manera profunda y sacrificada
nos amamos realmente a nosotros mismos... Sólo podemos
afirmarnos plenamente a nosotros mismos afirmando al mismo
tiempo al otro mientras que la cerrazón frente al prójimo conduce
al empequeñecimiento y a la infidelidad.Al hablar de egocentrismo, más que hablar del amor propio, estamos
aludiendo a una concepción esencialmente negativa del mismo. Según tal
concepción, el hombre es egoísta por constitución, pues sólo se quiere
y se busca a sí mismo y rechaza naturalmente cualquier orden impuesta
desde fuera, aunque sea para el bien de la colectividad y de sí mismo.
martes, 27 de noviembre de 2018
SIGNIFICADOS ACTUALES DE LA RESPONSABILIDAD
En la actualidad ha surgido un nuevo concepto o una nueva forma
de concebir a la responsabilidad con un sentido más social que individual,
incluyendo en éste la globalidad de la vida humana. Es el filósofo Hans
Jonas, en su libro "El principio de responsabilidad" quien plantea esta nueva
concepción. Sobre todo cuando nos dice:
El antiguo concepto de responsabilidad era la obligación
que me concierne de responder de mis actos
y de sus consecuencias una vez que los he cometido:
una responsabilidad personal y sobre hechos
realizados. El nuevo concepto de responsabilidad
concierne a lo que está por hacer, la posibilidad de
una perpetuación indefinida de la humanidad en el
futuro. Desde que el hombre tiene el poder material
de destruir la humanidad o las condiciones de vida de
una humanidad futura tiene al mismo tiempo nuevas
obligaciones... Somos responsables del mundo que
dejaremos tras nosotros. La responsabilidad recae
sobre el futuro. Lo que aún no existe, el porvenir,
genera sobre nosotros una obligación indefinida e
imperiosa. Ninguna ética anterior había tomado en
consideración la vida humana en su globalidad; pero es la vida global
la que se halla amenazada por nuestra acción y la que es entregada
a nuestra responsabilidad.
La nueva visión de la responsabilidad da cuenta de nuestras obligaciones
no sólo con las acciones realizadas en el pasado y en el “aquí” y en
el “ahora”, sino también toma en cuenta las consecuencias de las mismas
para el futuro. De esta forma se amplía el margen de imputación de las
acciones en toda temporalidad y en todos los ámbitos de la vida humana.
Se trata de un tipo de responsabilidad no sólo personal sino social,
comprometida con el futuro de la humanidad. Esta nueva concepción
resulta ser muy congruente con una ética del género humano como ética
a adoptar para el futuro, misma que está comprometida con el bienestar
de las nuevas generaciones y con la globalidad de la vida humana.
LIBERTAD, COSTUMBRES, HÁBITOS Y CAPRICHOS
La libertad no es algo que pueda ser asociado con las costumbres, los
hábitos y los caprichos. Libertad consiste en querer ser uno mismo; es
aquello que depende de nosotros mismos, no de lo que depende de las
costumbres adoptadas en la época en la que nos toca vivir, ni en los
hábitos y los caprichos propios o de los demás.
“Dos más dos son cuatro”, tal expresión no depende de nosotros,
pero sí podemos elegir entre situaciones de nuestra vida que no están
predeterminadas y que caen dentro del campo de aquello que sí depende
de nosotros. El hombre, antes que nada, es un ser que elige, un ser que
se arriesga y un ser que se construye a sí mismo y a su propio ser.
Libertad, desde este horizonte explicativo, es poder decir “sí” o
“no”; lo hago o no lo hago, digan lo que digan mis jefes o los demás;
esto me conviene y lo quiero, aquello no me conviene, y por tanto no
lo quiero. Libertad es decidir, pero también, no olvidarnos de que realmente
estamos decidiendo. Libertad es lo más opuesto a dejarse llevar
por los usos y costumbres, los hábitos y los caprichos, cualesquiera que
éstos sean y de quien sean. Decidir realmente es pensar por lo menos
dos veces lo que vamos a hacer.
Ahora bien, no se quiere decir con ello que todas las costumbres,
hábitos y caprichos sean motivos inadecuados para actuar; sería poco
apropiado querer llevar sistemáticamente la contraria a todas las órdenes,
a todos los caprichos y a todos los hábitos que socialmente pasan como
fundamentales; no, a veces éstos resultan agradables y convenientes. Pero
cabe aclarar que, nunca una acción es buena sólo por ser una orden, una
costumbre o un capricho. Para saber si algo resulta más conveniente
para mí tendré que reflexionar a fondo el curso que habrán de tomar
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mis propias acciones, si es posible, reflexionando hasta más de dos veces
mis propias elecciones.
LA LIBERTAD, DESTINO Y DESTINACIÓN
La libertad es la posibilidad y al mismo
tiempo la capacidad que tenemos los humanos de inventar, decidir y
elegir entre lo posible por nosotros mismos. Se trata de una
elección no aparente sino real, en donde de manera racional
y crítica nos hacemos responsables de nuestros propios actos.
El hombre, cuanto más libre, se constituye en un sujeto
más moral. Pues éste, no es nunca algo acabado, sino un proyecto
de ser. A través de la libertad, se acendra y se amplifica
en su ser; se proyecta como ser autoconsciente, se apropia y
diseña no su propio destino, sino su propia destinación, esto
es, lo que el hombre mismo es y puede llegar a ser conforme
a lo que tiene de específicamente humano, y no en función
de un destino concebido como fatalidad que le es impuesto
de forma inexorable.
Dado que el hombre, no está de una vez y para siempre
determinado en su totalidad, puesto que existe siempre un
momento de decisión, es preciso que sepa a “que atenerse”, y,
como quiera que no existe un modelo único a adoptar, y que la
vida puede vivirse de múltiples formas, le va mucho al hombre
en ese acto decisorio o de “compromiso” por el cual opta.
Siendo el hombre, en este sentido, el único animal capaz de adoptar
pautas de conducta que han de ser aprehendidas, asumidas o rechazadas,
puede decirse que la libertad es aquello que nos convierte en seres
diferenciables. Los animales, en la medida en que no pueden menos que
comportarse de una u otra manera, no pueden participar del ámbito de
la libertad y de la responsabilidad. En cambio el hombre es constitutivamente
moral por cuanto tiene que conducir por sí mismo su vida, es
decir, con libertad y responsabilidad, esto es, tomar decisiones reales y
asumir las consecuencias de las mismas.
LIBERTAD Y VOLUNTAD
Cosas que dependen y no dependen de mi voluntad:
En el proceso de constitución de nuestra libertad, hay cosas que dependen de nuestra voluntad y otras no. Solamente en el primero caso se puede decir que somos libres. Somos libres cuando nuestras decisiones están sustentadas en las cosas que dependen de nuestra voluntad y no la de otros. En el mundo, no todo depende de mi voluntad porque hay otras voluntades y otras muchas necesidades que no podemos controlar a nuestro placer. En el mundo hay muchas fuerzas que limitan nuestra libertad, desde terremotos, enfermedades, tiranos, nuestra familia, etc. Pero también nuestra libertad es una fuerza en el mundo, es nuestra fuerza; a través de ella nos vamos constituyendo en lo que anhelamos ser: más libres, más autónomos, más racionales, en una palabra: más humanos.
En el proceso de constitución de nuestra libertad, hay cosas que dependen de nuestra voluntad y otras no. Solamente en el primero caso se puede decir que somos libres. Somos libres cuando nuestras decisiones están sustentadas en las cosas que dependen de nuestra voluntad y no la de otros. En el mundo, no todo depende de mi voluntad porque hay otras voluntades y otras muchas necesidades que no podemos controlar a nuestro placer. En el mundo hay muchas fuerzas que limitan nuestra libertad, desde terremotos, enfermedades, tiranos, nuestra familia, etc. Pero también nuestra libertad es una fuerza en el mundo, es nuestra fuerza; a través de ella nos vamos constituyendo en lo que anhelamos ser: más libres, más autónomos, más racionales, en una palabra: más humanos.
LA LIBERTAD COMO EJERCICIO DE ELECCIÓN
A diferencia de otros seres vivos o inanimados, los hombres podemos
inventar y elegir en parte nuestra forma de vida, cosa que no sucede
con los animales. Sin embargo, así como somos capaces de inventar y
elegir, podemos también equivocarnos. Para no equivocarnos debemos
procurar un cierto saber vivir que nos permita acertar. A ese saber vivir,
o arte de vivir, es a lo que llamamos ética. No obstante, lo que vaya a ser
nuestra vida, dependerá en gran parte de nuestra libertad, es decir, de
nuestra capacidad para inventar, elegir y discutir por nosotros mismos
nuestro propio proyecto de vida. Vista así, la libertad, es poder decir “sí”
o “no”, lo más opuesto a dejarse llevar, por ejemplo, por la costumbre,
los hábitos y los caprichos, libertad es poder decidir racional y responsablemente
nuestros propios cursos de acción, haciéndonos cargo de
las consecuencias de nuestras acciones.
a) Elegir entre lo posible:
No obstante que hemos reconocido la posibilidad humana que es la
libertad, siempre elegimos dentro de lo posible, toda vez que la elección,cualquiera que ésta sea, es una “elección en situación”.
Como señala Fernando Savater, por ejemplo, no somos
libres de elegir lo que nos pasa (fecha de nacimiento, tener
tales o cuales padres, tener dos o más ojos, etc.), pero sí
libres de responder a lo que nos pasa de tal o cual modo
(obedecer o revelarnos, ser prudentes o temerarios, etc.).
Siempre elegimos entre lo que es posible para nosotros.
Por ejemplo, soy libre de querer estudiar filosofía,
pero dada mi incapacidad para dar lugar al pensamiento
abstracto y crítico y mi nula preparación en las ciencias del
pensamiento, me resulta casi imposible conseguir dicho
objetivo. En cambio, puedo elegir una carrera para la cual
si cuento con las aptitudes y el tipo de personalidad que
dichos estudios requieren. Esto dos ejemplos, dan cuenta,
pues, de que somos libres, pero siempre elegimos entre
lo posible, de acuerdo con nuestras propias posibilidades.
b) Elegir en la omnipotencia:
Elegir en la omnipotencia, significa nada menos que lo contrario de elegir
entre lo posible; significa conseguir siempre lo que uno quiere y como
uno lo quiere, aunque parezca imposible.
Esta idea de superlibertad, resulta prácticamente imposible; humanamente
resulta imposible conseguir lo que uno quiere, más bien, como
hemos apuntado, se consigue lo que uno puede. Ejemplo: puedo querer
y desear volar a la misma velocidad que un jet de los más sofisticados,
pero humanamente estoy imposibilitado. Poder elegir en la omnipotencia,
si ello pudiese ser de algún modo posible, sería una capacidad atribuible
sólo a Dios, pero el hombre no es Dios. Incluso, los hombres mismos
que, gracias a su poder, su dinero, su fama, etc., se dicen a sí mismos
y a los demás conseguir “lo que ellos quieren”, se encuentran también
imposibilitados de elegir en la omnipotencia, pues el dinero, la fama, el
poder, etc., constituyen medios también humanamente limitados. Por
más poder que se tenga, jamás el hombre podrá estar en dos espacios
simultáneamente, echarse un día por la ventana de su casa y empezar a
volar, entre otras limitaciones, “demasiado humanas”.
COMPORTAMIENTO ANIMAL VERSUS COMPORTAMIENTO HUMANO
IMPORTANCIA DE LA INTERSUBJETIVIDAD EN LA CONSTITUCIÓN DEL SUJETO ÉTICO
No es el yo individual el único horizonte
de la eticidad humana, pues el fundamento
y posibilidad de la libertad creadora de las
acciones propiamente éticas, entendida la
acción humana como principio y como voluntad,
no se dan en el vacío. El yo no puede
llegar a ser plenamente un yo ético, es decir, un
ser que pueda alcanzar su autotrascendencia,
si es concebido al margen de la comunidad
de yoes con los que convive cotidianamente,
y constituyen por ello mismo, la condición
de posibilidad de su confirmación y reconocimiento
como tal yo.
En esta perspectiva, Savater concibe al
yo ético a partir de los principios que para
él constituyen los puntos de partida de la
reflexión ética, como son: la acción, la existencia
dinámica, la posibilidad y la libertad.
Sin embargo, un nuevo principio que agrega
a los anteriormente citados es la intersubjetividad Bajo esta conceptualización el sujeto ético para ser un verdadero yo, requiere
de otros yoes, necesita ser confirmado y
reconocido por una comunidad que lo trascienda,
y que al mismo tiempo, le permita
desarrollar su propio querer como proceso
de autoapropiación personal.
El proceso de constitución del sujeto ético visto
por Savater, pasa necesariamente por tres momentos interconstituyentes
que son complementarios. Primero, el proceso consiste en asumirse
como un sujeto capaz de ser libre y, por ello, no cosificable; en segundo
lugar, se hace necesario entrar en el juego del Ínter-reconocimiento establecido
entre el propio yo y los otros yoes como sujetos de libertad,
y tercero, para lograr todo ello, se requiere instituir una comunidad
de sujetos donde todos sean vistos como fines en sí mismos, y como
entes capaces de desarrollar sus propias potencialidades (realidad de
lo posible).
En este proceso de constitución intersubjetiva del yo ético, se requiere
instaurar una comunidad social en la que las voluntades mutuas
de reconocimiento y de interdependencia humanas hayan encontrado
su adecuada institucionalización, y donde la condición ética atribuible a
todo ser humano, no le sea vedada a nadie.
martes, 20 de noviembre de 2018
EL HOMBRE COMO PERSONA
Cabe reconocer que el concepto de persona no ha recibido
la misma atención por parte de los filósofos morales o éticos,sin embargo, filósofos como Boecio, Kant, Mounier, Fernando Savater y Carlos
Díaz, se han ocupado de este tema con referencias directas,
en algunos casos, y en otros indirectas, al ámbito de la ética.
Boecio definió a la persona
como una “sustancia individual de naturaleza racional”.
Para Emmanuel Kant, el concepto de persona aparece fuertemente
asociado al de respeto, ya que éste se da en dos sentidos: como respeto
a la ley, y como respeto a la persona. En el caso del primero, consiste en
una subordinación de la voluntad, la cual tiene conciencia de que debe
acatar la ley, mientras que en el segundo caso, respeto significa tener
conciencia de que los demás seres humanos son personas y que, por esta
razón no debemos emplearlos como medios sino verlos como fines en
sí mismos.
Emmanuel Mounier creador de la corriente
mejor conocida como Personalismo, define a la persona a partir
de cuatro elementos:
1. Salir de sí: esto es, descentrarse, estar disponible, en una palabra,
apertura.
2. Comprender: esto es, abandonar el propio punto de vista para acoger
el del otro.
3. Asumir: como tomar sobre sí, hacerme cargo.
4. Dar: como expresión de gratuidad y generosidad.
5. Fidelidad: en el amor, en la amistad, como expresión de consecuencia
y no de obsecuencia.
Para Carlos Díaz La persona,
de ser una sustancia individual, pasa a ser una “sustancia relacionar.
La persona, desde el personalismo comunitario de Díaz,
es sustancia relacional; es realidad en sí, tal realidad en sí es de
naturaleza relacional-intercomunicada. La persona es siempre
en el marco de unas relaciones posibles entre un yo-y-tú y un
tú-y-nosotros.
EL HOMBRE COMO POSIBILIDAD
El hombre es acción, es posibilidad de
llegar a ser todavía lo que no es. Es algo que está sujeto a la dialéctica
que consiste en hacerse y re-hacerse, esto es, en inventarse a sí mismo.
A diferencia de los animales, que no pueden ofrecer mas que respuestas
mecánicas e instintivas ante las influencias del medio ambiente,
el hombre es un ser con posibilidades de optar por varios cursos de
acción cuando se le presenta una situación en donde entra en juego su
capacidad de decisión. En tal sentido, la posibilidad es en sí misma un
rasgo constitutivamente moral del hombre, en tanto que con su ejercicio
trasciende su propia animalidad.
Porque primaria y consustancialmente, es una entidad en proceso de construcción,
es un ser que no está clausurado en su misma especie, en su ser
individual, como especie animal; sino que es un ser móvñ, es un ser
ambiguo, es un ser inestable e inacabado, pero que en esa movilidad y
ambigüedad y en esa inestabilidad, paradójicamente, está su grandeza, y
su poder. “Esa característica de poder construirse ‘idealmente’ es algo
que descubrimos en los textos primeros de la cultura clásica: la de ver
al hombre como posibilidad”.
El hombre, al asumirse como un ser de posibilidades,
trasciende su propia animalidad, opta por diferentes cursos
de acción a través del acto de la elección. Al elegir, se elige
a sí mismo, ya que asume su propia libertad, como ejercicio
libre y consciente de que está decidiendo por voluntad propia.
Por tal razón, la posibilidad y la elección son dos rasgos
constitutivos del carácter moral del hombre. Son pues, dos
factores configuradores del ser del hombre, un ser que es en la medida
en que se hace a sí mismo, eligiéndose.
Aunque habrá que reconocer que las posibilidades reales en las que
nos desenvolvemos y de las que nos vamos apropiando son al mismo
tiempo oferta y limitaciones para nuestra libertad. Oferta, en cuanto
podemos apropiarnos de unas y descartar otras, pero también limitación,
puesto que esas posibilidades no son absolutas ni nosotros elegimos
cuántas y cuáles nos va a presentar la vida.
EL HOMBRE COMO ACCIÓN
Concebir al hombre como un ser activo ha sido uno de los temas en
los que algunos filósofos de todos los tiempos han coincidido, desde
Platón y Aristóteles, pasando por Spinoza, Leibniz, Marx, y, en nuestros
días, Fernando Savater.
Platón hizo una afirmación que
para muchos, en tanto que fue un filósofo idealista que sostuvo que el
verdadero ser se encuentra no en las cosas sensibles sino en las ideas,
pudiera resultar controvertida. Para él: “conocer es actuar”. Quería decir
que esta acción sobre las cosas que es el conocimiento, constituye el instrumento
simbólico mediante el cual, al relacionarse cognoscitivamente
con ellas, el hombre las hace inteligibles.
Aristóteles distinguió dos clases de actividad humana:
la praxis, instransitiva, que consiste en el puro ejercicio del
sujeto, y la poiesis, transitiva, que consiste en hacer algo y
dejar como remanente un producto. Se trata de la distinción
entre las actividades desinteresadas y las que tienen
por objeto precisamente las objetivaciones, es decir, la
obtención de un producto como obra final.
En el caso de filósofos como Spinoza y Lebniz, lo
que éstos denominan sustanáa, no es más que un “punto
de fuerza”, es decir, una perpetua vocación transformadora
de las cosas.
Continuando con esta tradición del pensamiento
filosófico, en el siglo XIX serán Karl Marx y Federico Engels,
quienes van a sostener que no es la conciencia lo que
mejor define al hombre, como se había sostenido desde
Aristóteles, sino el trabajo, esto es, la praxis transformadora
de la naturaleza y de la vida social. Al respecto, estos
filósofos sostienen: Podemos distinguir al hombre de los animales por la conciencia,
por la religión o por lo que se quiera. Pero el hombre mismo se
diferencia de los animales a partir del momento en que comienza
a producir sus medios de vida, paso éste que se halla condicionado
por su organización corporal. Al producir sus medios de vida, el
hombre produce indirectamente su propia vida material.
El
hombre, para estos filósofos, es esencialmente un ser que trabaja, y dicha
actividad es precisamente aquello que lo humaniza y distingue de los
animales, toda vez que a partir del trabajo éste produce su propia vida
material, y desde la misma, comienza a edificar sus propias formas de
organización social.
Para Marx, tiene que ver con los modos
como los hombres producen su vida material y/o
“sus condiciones materiales de existencia” en las
diferentes formaciones sociales.
En el caso de Fernando Savater, la acción
humana es el principio fundamental del que habrá
de arrancar toda reflexión ética que se precie como
tal, ya que para él, el ser humano consiste en estar
haciéndose, es decir, en esa lucha que pretende
vencer la resistencia que le ofrecen las cosas. En
esta situación, según Savater, las cosas se resisten
a cambiar la identidad fija que poseen antes de ser
cosas u objetos para un sujeto cognoscente.
El hombre se asienta, paradójicamente, en lo dinámico
y reconoce su necesidad más propia, nueva paradoja, en lo
posible.
martes, 13 de noviembre de 2018
ASPECTOS CONSTITUTIVOS DE LA PERSONALIDAD MORAL
Ethos , carácter y personalidad moral
La vida humana es por naturaleza moral, en tanto el hombre está irremediablemente
emplazado a conducirla por sí mismo.
La moral consiste, por tanto, no sólo en ir haciendo mi propia vida,
sino en cómo de hecho la he construido, a partir de la incorporación
de las posibilidades ya realizadas. En este sentido, la moral resulta ser
algofísicamente real, o como decía Aristóteles, una segunda naturaleza.
al realizar cada uno de mis actos,
voy realizando en mí mismo, mi propio
ethos, carácter o personalidad moral, lo que de
hecho soy, moralmente hablando.
El caracter configura la verdadera personalidad de la moral.
Quiere decir que
nuestro carácter y/o modo de ser se va
definiendo a través de cada uno de nuestros
actos. De este modo, la personalidad
moral incorpora todos aquellos actos que
vamos bordando en nuestro trayecto de
vida, es lo que le da forma a nuestros propio ethos, nuestro caracter y singular modo de ser.
Temperamento y Carácter
El temperamento se refiere al modo de reacción y es algo constitucional
e inmodificable en el individuo, mientras que el carácter se forma
esencialmente por las experiencias de la persona, especialmente, en su
infancia y es modificable hasta cierto punto por el conocimiento de uno
mismo y por nuevas experiencias.
El carácter son las cualidades heredadas.
LA DESMORALIZACIÓN HUMANA
La desmoralización en el hombre es un abandono de la posibilidad de llegar a ser
cada vez más humano, es decir, más justo, honesto, libre, racional, y
todo aquello que, de acuerdo con la moral como contenido, constituye
lo estrictamente humano.
José Ortega y Gasset, señala que la vida humana consiste,
fundamentalmente, en tarea y quehacer.
Para este filósofo español, decir que
el hombre es “moral” es un pleonasmo,
una mera tautología.
Un hombre desmoralizado
es simplemente un hombre que no está en posesión de sí mismo,
que está fuera de su radical autenticidad y por ello no vive su vida,
y por ello no crea, ni fecunda, ni hinche su destino.
Para Ortega, está alta
de moral una persona o
una sociedad cuando está
en su “quicio”, esto es,
cuando le sobran fuerzas
para enfrentar la vida por
más amenazante que ésta
sea; en este sentido se dice
que está desmoralizado
aquél que ha perdido las ganas de comportarse en nuestra sociedad actual
como un ser verdaderamente
humano.
En la actualidad, la ética y la moral debieran ser artículos de primera
necesidad, precisamente porque nuestra sociedad local, con todos sus
avances, está profundamente desmoralizada.
Hoy en día no sabemos qué
hacer ante problemáticas sociales que nos desbordan.
Lo solución o antítesis de la desmoralización, tiene que ser la moralización
de la sociedad, de las instituciones y de los ciudadanos que las
integramos, moralizando con ello todas las esferas sociales, empezando
por nosotros mismos.
EL QUERER COMO POSIBILIDAD
La ética del deseo, de la posibilidad y de la libertad transforma el principio
cartesiano “pienso, luego existo”, por el de “quiero, luego existo”. Si la
acción humana es el fundamento de toda moralidad, para ser el hombre
primero tiene que querer ser.
el nuevo principio
de la subjetividad énea no es el deber, sino mi voluntad más profunda.
Por lo que, de acuerdo con Savater, la pregunta radical sobre la cual gira
la ética ya no es “¿qué debo hacer?” ni tampoco”¿qué puedo hacer?”,
sino “¿qué quiero hacer?
En el horizonte del quehacer ético, antes de ser, la decisión compete
única y exclusivamente a nuestra voluntad.
El querer, en un sentido ético, no
es sinónimo de capricho, terquedad o simplemente, una acción fortuita,
sino que es un querer radical en donde nos va nuestro propio ser, es
decir, el ejercicio consciente de nuestra libertad.
El querer como posibilidad, por consiguiente, implica que: “Es de mi querer esencial, no de un querer parcial o cosificado, sino del querer que radicalmente me constituye, de donde tienen que brotar mis normas y mis valores.
Video segundo parcial
UNIDAD II. CONSTITUCIÓN DEL HOMBRE COMO SUJETO MORAL
EL HOMBRE COMO:
ACCIÓN, POSIBILIDAD Y PERSONA.
PRE-PRODUCCION
INTRODUCCIÓN:
Abordaremos a el hombre como ser constitutivamente moral, clasificándolo en
acción, posibilidad y persona, explicando a que corresponde cada uno y la
concepción de distintos filósofos respecto a el tema.
OBJETIVO: Exponer
frente a nuestros compañeros las ideas más relevantes y así contribuir a su
aprendizaje en el área de Ética y Desarrollo Humano.
JUSTIFICACIÓN: La
ética es esencial en nuestra vida, ya que comprende y analiza al hombre en
todos los contextos en los que este se desenvuelve, es importante conocerla y
estudiarla para llegar a la felicidad, con una vida plena según las
aspiraciones de cada individuo.
FUNDAMENTACIÓN:
El tipo de producción será documental.
GUION: Escena 1
duración
CRONOGRAMA DE
ACTIVIDADES:
LUNES
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MARTES
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MIÉRCOLES
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JUEVES
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VIERNES
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Recopilar información
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Planeación
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Recopilar materiales necesarios
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Grabar escenas
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Grabar
Audio
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Editar (post-producción)
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MATERIALES: Escenografìa
(museo), luz natural, cámara, vestimenta.
Integrantes:
·
Arellano Ceceña Guadalupe Yamileth
·
Pérez Vázquez Iris Alejandra
·
Urias Garcia Luis Alberto
·
Valles López Sergio Esteban
Grupo:2-2
Bienvenida
Bienvenidos a mi blog.
En este blog encontraras todos mis productos y tareas de la asignatura Laboratorio de Computo III
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