martes, 4 de diciembre de 2018

miércoles, 28 de noviembre de 2018

RESPETO A LA NATURALEZA

La ciencia, al versar sobre la naturaleza y la sociedad, produce un conocimiento menos sustantivo en la medida en que aquello que constituye su objeto se encuentra cada vez más devaluado; tal es el caso de las relaciones individuo-naturaleza. Según Marx, tuvo razón Vico al distinguir la historia de la humanidad de la historia de la naturaleza; la primera, dijo, la hemos hecho nosotros, mientras que la segunda no. Verdad a medias. Esta última también la hemos hecho nosotros ahí donde comienza la historia nuestra. Por lo que, no únicamente hacemos historia de la naturaleza cuando actuamos sobre la misma, sino también cuando respetamos y dejamos a ésta seguir su propio proyecto de ser, toda vez que aceptamos, junto con Nietzsche, que “en ella no hay más que necesidades”. En este sentido, respetar y dejar ser a la naturaleza, significa ya actuar sobre ella. A decir verdad, no se trata de convertirla en algo intocable, sino de seguir asimilando las múltiples bondades que, sin pedir nada a cambio ella nos ofrece, al mismo tiempo que respetamos sus más profundas necesidades. Como dijo Bacon: en vez de que “los hombres se ocupen en admirar y celebrar los falsos poderes de la mente, deberían contentarse con observar a la naturaleza y no de alardear vanamente de vencerla”.El hecho mismo de actuar o no sobre la naturaleza nos coloca, paradójicamente, frente a un callejón sin salida; cualquier solución que adoptemos y sus previsibles e imprevisibles efectos, tendrá en lo más hondo que ver con nosotros mismos. ¡Somos (quién iba a pensarlo) responsables de lo que se haga o deje de hacerse con la naturaleza! Sucia y sin identidad, limpia y con identidad, como quiera que sea, los seres humanos mucho tendremos que ver en ello. Lo que nuestra época necesita no es “eternidad” como pensaba Kierkegaard. Lo que necesitamos, hay que reconocerlo, es un mínimo de sabiduría presocrática, es decir, volver a reconocer en el agua, la tierra, el fuego y el aire, los principales elementos constitutivos del ser. Devolvamos a la filosofía su carácter de “ciencia física”, para de este modo recuperar la physis perdida y el sentido de la misión que cumplió originalmente la propia filosofía: habilitar al hombre para una comunión con el ser no humano por la vía del pensamiento.

RESPETO A LA VIDA

La a lucha por la vida es una de las constantes de los seres vivos. Hasta el punto de que, durante siglos, se consideró el derecho a la vida como el primer artículo de una ley natural. Ningún ser vivo quiere la muerte. Esta es siempre algo que acaece, que sobreviene, no algo que los que están vivos busquen o quieran por sí mismos.
Todos los seres concretos históricos, espaciotemporales (sean estrellas o peces, nubes o montañas) están limitados en el espacio y el tiempo. Se dice que sólo Dios es eterno e infinito, puesto que está en todo lugar y tiempo. Pero en el mundo real todo empieza y todo acaba. Todo tiene límites espacio-temporales. Aunque en el mundo real todo acaba, sólo lo que vive muere. Así, los seres humanos compartimos con todos los seres vivos, que somos, parafraseando én esto a Heidegger, seres-para la muerte. Por eso aprendemos a respetar la vida y la muerte, pues somos seres finitos, no perennes. Sin embargo, sólo al hombre le es dada esta cualidad consistente en saber apreciar el mundo del valor, en este caso, el respeto a la vida y a la muerte. La vida, como todas las formas de existencia, como realidad en sí no tiene valor, es decir, no es buena ni mala, es el hombre el que le confiere valor, de ahí las construcciones humanas del derecho y del respeto a la misma. El hombre concede valor y respeta a la vida porque él mismo forma parte de su evolución, hecho ante el cual no puede permanecer indiferente. El homus sapiens se asume como parte activa de la evolución de las especies, de las cuales, él mismo no es sino una expresión; más cualificada e inteligente si se quiere, pero perteneciente a una especie determinada, al fin.
Los seres humanos no somos iguales a los demás seres vivos, pero compartimos con ellos los mismos derechos naturales. Uno de ellos es el derecho a la vida. En este sentido, todo ser viviente debe —y puede ser respetado por el hombre. De ahí que hoy en día se hable y se legisle, por ejemplo, sobre el derecho de los animales. El respeto a la vida, en cualquiera de sus manifestaciones, tiene que ser un respeto activo, es decir, elegido y practicado libremente por el individuo, y no un respeto pasivo, impuesto por una autoridad externa, donde el individuo sólo tome conciencia de su valía, pero no haga nada para perpetuarlo.

EL RESPETO COMO FUNDAMENTO ÉTICO DEL AMOR A LOS DEMÁS

La ética del amor propio, presupone en todo momento no sólo la relación persona-persona, sino también la relación hombre-cosa, hombre-mundo y hombre-vida en general. Se trata, en este caso, de un amplio espectro de vínculos humanizadores que el hombre es capaz de construir y, gracias a los cuales, da lugar a su segunda naturaleza, ya que todo lo que el hombre toca, entra en el reino de la cultura, su cultura. Los modos de apropiación que el hombre pone en juego en estas múltiples relaciones pueden ser de distinto tipo: cognitivo (científicofilosófico), mítico-religioso (basado en creencias en seres sobrenaturales) y práctico-utilitario (intereses instrumentales). Un cuarto modo de apropiación no contemplado de manera explícita en los tres anteriores, resulta ser el modo de apropiación ético. Este último remite a los fines y valores que orientan la acción del hombre en sus relaciones con las cosas materiales, la naturaleza, la humanidad y la vida en general. Como ejemplo de ello, podemos decir que resulta más ético no destruir una piedra que destruirla cuando es innecesario; no arrojar desechos tóxicos al mar que arrojarlos, no asesinar especies marinas en peligro de extinción que su exterminio, no cometer crímenes contra la humanidad que cometerlos, o finalmente, no atentar contra la vida que ponerla en peligro.
Uno de los valores morales fundantes en toda manifestación humana del amor a lo otro, es el valor respeto, principalmente, el respeto a la vida, a la naturaleza y a la humanidad entera. Respeto “significa valorar a los demás, acatar su autoridad y considerar su dignidad, se apega a la verdad, no tolera la mentira, la calumnia ni el engaño y exige un trato amable”.En este sentido, el respeto es principalmente una forma de reconocimiento, de aprecio y valoración de las cualidades de lo otro, precisamente porque dichas cualidades han sido descubiertas, construidas y/o resignificadas a partir de la relación humana con lo otro. Una concepción del valor respeto que es congruente con la visión que acabamos de expresar, es la que sostiene el filósofo francés Emmanuel Lévinas, quien ha establecido los términos de lo que denomina una metafísica respetuosa, a partir de la cual define al individuo respetuoso como aquel que es capaz de reconocer la alteridad de los otros: E l sujeto moral es aquel que reconoce la diferencia de los otros, que la respeta y es responsable de ella ... E l y o moral, así definido es un sujeto respetuoso, no imperialista.Desde esta perspectiva filosófica, el sujeto ético respeta la alteridad y/o diferencia de lo otro y, además, se hace responsable de dicho acto. De esta forma, la relación del yo (sujeto moral) con lo otro, se plantea en un plano de horizontalidad y no de verticalidad, donde los “otros” pueden ser tanto los hombres como los no-hombres. El respeto puede ser de dos tipos: activo y pasivo. El activo es aquel que el sujeto se da a sí mismo como resultado de su propia deliberación moral, mientras que el pasivo, es asumido por temor y miedo al castigo impuesto por una autoridad externa.


EL AMOR PROPIO COMO AMOR A LOS DEMÁS

Coincidiendo con Fromm, el amor antes que una relación, es un arte que hay que ir aprendiendo todos los días; es pues, aquella actitud que orienta y da significado humano a la relación amorosa. En este sentido, el aprendizaje del amor tenemos que construirlo, sobre todo porque aquel no viene siendo una realidad constitucional del hombre; una prueba de ello es que existen en este último tendencias que son contrarias al amor, como la envidia, los celos, la discriminación, la indiferencia, entre otros rasgos de la naturaleza humana que dificultan el amor a los demás. El amor de sí, es decir, el amor de cada uno de nosotros, nos debe al mismo tiempo posibilitar el tránsito al amor a los demás. Una primera posibilidad en esto es manifestar “amor al prójimo”, definido este término como la voluntad de querer el bien de las personas que nos rodean; sí, de los que están a un lado de ti, de mí, de todos nosotros. En esta faena moral, se trata de poner al amor propio como criterio del amor a los demás, esto es: amar al prójimo tanto como a ti mismo, como reza el mandamiento bíblico.
El prójimo es la persona que está junto a ti (aunque a veces no tanto). Prójimo aquí es el “próximo”, el que está más cercano y es persona. Por su parte, amor a los demás lo entendemos como una voluntad de trascendencia por parte del sujeto. Gracias a este acto la persona sale de sí, deja su propio yo para relacionarse con los demás con el objetivo de lograr su bien, al mismo tiempo que está consciente que con ello alcanzará también el suyo. El amor a los demás, por tanto adquiere las siguientes características: 1) el amor al otro implica su afirmaáón, esto es, nuestro asentimiento de su existencia, tanto de forma verbal como existencial. De esto modo, para amar auténticamente al otro, no basta con decirle que lo queremos, sino la asunción de un compromiso real con el cuidado de la persona que se ama.
2) amar a los demás, supone también admitirlos en nuestro entorno y aceptarlos, haciéndonos cargo, dentro de lo posible, de lo que son y de lo de que necesitan.
3) el amor a los demás es un sentimiento cercano a la amistad y a la benevolencia, pero no se confunde con ellos. Coincide con la búsqueda del bienestar del otro, pero la amistad es un vínculo más profundo que la simple relación entre un yo y un otro; por ejemplo, podemos amar a los más necesitados, a los compañeros de trabajo, a nuestros maestros, etc., pero estas no son personas esenciales en nuestras vidas como los amigos. Finalmente, hay un vínculo más íntimo y más cercano del amor al prójimo como amor a los demás: se trata de la relación verbal y existencial expresada en la frase “te quiero”. El amor al prójimo se dirige a los demás, pero no de forma específica. Hay, sin embargo, un grupo de personas, generalmente muy reducido, con el que establecemos una relación especialísima y única que nos permite decirle: “Te quiero”, con todo lo que ello significa y conlleva. Es el nivel más elevado del amor y generalmente se limita a:
1) a alguna amistad particularmente profunda.
2) las relaciones familiares, sobre todo entre padres, hijos y hermanos.
3) el amor entre el hombre y la mujer. Esta modalidad del amor reúne todas las cualidades del amor al prójimo en un grado especialmente elevado..

EL EGOCENTRISMO: UNA PERVERSIÓN DEL AMOR PROPIO

El egocentrismo es la concentración exagerada en uno mismo, lo contrario de mostrar apertura hacia los demás. Sin embargo, no es sinónimo del egoísmo éticamente considerado. Este último significa manifestación de amor a las propias potencialidades, en donde el amor propio es concebido como autoestima, como posibilidad de la propia autorrealización, junto a la posibilidad que tiene el hombre de reconocerse y actuar precisamente como sujeto ético, al mismo tiempo que practica el arte de amar a los demás. Ahora bien, cabe preguntar ¿por qué se tiende a identificar al amor propio con el egocentrismo? Esto es así debido a que el hombre tiene una especial facilidad para centrare en sí mismo, en el propio mundo y en sus actividades, aislándose de las personas que le rodean. En esto consiste la perversión del amor propio efectuada por el egocentrismo. El egocentrismo, entendido como la capacidad de amarse demasiado, es también demasiado fácil de realizar, de ahí que se haga necesario lo que se conoce como “olvido de sí’, es decir, el olvido del propio yo, pero en el sentido de la capacidad para negarse a sí mismo, cuyo auténtico significado implica impulsar a las personas a salir de un reconcentramiento egoísta en los propios intereses. En esta perspectiva: El amor de sí necesita, para realizarse plenamente, el olvido de sí, porque sólo si amamos a los demás de manera profunda y sacrificada nos amamos realmente a nosotros mismos... Sólo podemos afirmarnos plenamente a nosotros mismos afirmando al mismo tiempo al otro mientras que la cerrazón frente al prójimo conduce al empequeñecimiento y a la infidelidad.Al hablar de egocentrismo, más que hablar del amor propio, estamos aludiendo a una concepción esencialmente negativa del mismo. Según tal concepción, el hombre es egoísta por constitución, pues sólo se quiere y se busca a sí mismo y rechaza naturalmente cualquier orden impuesta desde fuera, aunque sea para el bien de la colectividad y de sí mismo.

martes, 27 de noviembre de 2018

SIGNIFICADOS ACTUALES DE LA RESPONSABILIDAD

En la actualidad ha surgido un nuevo concepto o una nueva forma de concebir a la responsabilidad con un sentido más social que individual, incluyendo en éste la globalidad de la vida humana. Es el filósofo Hans Jonas, en su libro "El principio de responsabilidad" quien plantea esta nueva concepción. Sobre todo cuando nos dice:
El antiguo concepto de responsabilidad era la obligación que me concierne de responder de mis actos y de sus consecuencias una vez que los he cometido: una responsabilidad personal y sobre hechos realizados. El nuevo concepto de responsabilidad concierne a lo que está por hacer, la posibilidad de una perpetuación indefinida de la humanidad en el futuro. Desde que el hombre tiene el poder material de destruir la humanidad o las condiciones de vida de una humanidad futura tiene al mismo tiempo nuevas obligaciones... Somos responsables del mundo que dejaremos tras nosotros. La responsabilidad recae sobre el futuro. Lo que aún no existe, el porvenir, genera sobre nosotros una obligación indefinida e imperiosa. Ninguna ética anterior había tomado en consideración la vida humana en su globalidad; pero es la vida global la que se halla amenazada por nuestra acción y la que es entregada a nuestra responsabilidad.
La nueva visión de la responsabilidad da cuenta de nuestras obligaciones no sólo con las acciones realizadas en el pasado y en el “aquí” y en el “ahora”, sino también toma en cuenta las consecuencias de las mismas para el futuro. De esta forma se amplía el margen de imputación de las acciones en toda temporalidad y en todos los ámbitos de la vida humana. Se trata de un tipo de responsabilidad no sólo personal sino social, comprometida con el futuro de la humanidad. Esta nueva concepción resulta ser muy congruente con una ética del género humano como ética a adoptar para el futuro, misma que está comprometida con el bienestar de las nuevas generaciones y con la globalidad de la vida humana.

LIBERTAD, COSTUMBRES, HÁBITOS Y CAPRICHOS

La libertad no es algo que pueda ser asociado con las costumbres, los hábitos y los caprichos. Libertad consiste en querer ser uno mismo; es aquello que depende de nosotros mismos, no de lo que depende de las costumbres adoptadas en la época en la que nos toca vivir, ni en los hábitos y los caprichos propios o de los demás. “Dos más dos son cuatro”, tal expresión no depende de nosotros, pero sí podemos elegir entre situaciones de nuestra vida que no están predeterminadas y que caen dentro del campo de aquello que sí depende de nosotros. El hombre, antes que nada, es un ser que elige, un ser que se arriesga y un ser que se construye a sí mismo y a su propio ser. Libertad, desde este horizonte explicativo, es poder decir “sí” o “no”; lo hago o no lo hago, digan lo que digan mis jefes o los demás; esto me conviene y lo quiero, aquello no me conviene, y por tanto no lo quiero. Libertad es decidir, pero también, no olvidarnos de que realmente estamos decidiendo. Libertad es lo más opuesto a dejarse llevar por los usos y costumbres, los hábitos y los caprichos, cualesquiera que éstos sean y de quien sean. Decidir realmente es pensar por lo menos dos veces lo que vamos a hacer. 
Ahora bien, no se quiere decir con ello que todas las costumbres, hábitos y caprichos sean motivos inadecuados para actuar; sería poco apropiado querer llevar sistemáticamente la contraria a todas las órdenes, a todos los caprichos y a todos los hábitos que socialmente pasan como fundamentales; no, a veces éstos resultan agradables y convenientes. Pero cabe aclarar que, nunca una acción es buena sólo por ser una orden, una costumbre o un capricho. Para saber si algo resulta más conveniente para mí tendré que reflexionar a fondo el curso que habrán de tomar 140 mis propias acciones, si es posible, reflexionando hasta más de dos veces mis propias elecciones. 

LA LIBERTAD, DESTINO Y DESTINACIÓN

La libertad  es la posibilidad y al mismo tiempo la capacidad que tenemos los humanos de inventar, decidir y elegir entre lo posible por nosotros mismos. Se trata de una elección no aparente sino real, en donde de manera racional y crítica nos hacemos responsables de nuestros propios actos. El hombre, cuanto más libre, se constituye en un sujeto más moral. Pues éste, no es nunca algo acabado, sino un proyecto de ser. A través de la libertad, se acendra y se amplifica en su ser; se proyecta como ser autoconsciente, se apropia y diseña no su propio destino, sino su propia destinación, esto es, lo que el hombre mismo es y puede llegar a ser conforme a lo que tiene de específicamente humano, y no en función de un destino concebido como fatalidad que le es impuesto de forma inexorable. Dado que el hombre, no está de una vez y para siempre determinado en su totalidad, puesto que existe siempre un momento de decisión, es preciso que sepa a “que atenerse”, y, como quiera que no existe un modelo único a adoptar, y que la vida puede vivirse de múltiples formas, le va mucho al hombre en ese acto decisorio o de “compromiso” por el cual opta.
Siendo el hombre, en este sentido, el único animal capaz de adoptar pautas de conducta que han de ser aprehendidas, asumidas o rechazadas, puede decirse que la libertad es aquello que nos convierte en seres diferenciables. Los animales, en la medida en que no pueden menos que comportarse de una u otra manera, no pueden participar del ámbito de la libertad y de la responsabilidad. En cambio el hombre es constitutivamente moral por cuanto tiene que conducir por sí mismo su vida, es decir, con libertad y responsabilidad, esto es, tomar decisiones reales y asumir las consecuencias de las mismas.

LIBERTAD Y VOLUNTAD

Cosas que dependen y no dependen de mi voluntad:
En el proceso de constitución de nuestra libertad, hay cosas que dependen de nuestra voluntad y otras no. Solamente en el primero caso se puede decir que somos libres. Somos libres cuando nuestras decisiones están sustentadas en las cosas que dependen de nuestra voluntad y no la de otros. En el mundo, no todo depende de mi voluntad porque hay otras voluntades y otras muchas necesidades que no podemos controlar a nuestro placer. En el mundo hay muchas fuerzas que limitan nuestra libertad, desde terremotos, enfermedades, tiranos, nuestra familia, etc. Pero también nuestra libertad es una fuerza en el mundo, es nuestra fuerza; a través de ella nos vamos constituyendo en lo que anhelamos ser: más libres, más autónomos, más racionales, en una palabra: más humanos.

LA LIBERTAD COMO EJERCICIO DE ELECCIÓN

A diferencia de otros seres vivos o inanimados, los hombres podemos inventar y elegir en parte nuestra forma de vida, cosa que no sucede con los animales. Sin embargo, así como somos capaces de inventar y elegir, podemos también equivocarnos. Para no equivocarnos debemos procurar un cierto saber vivir que nos permita acertar. A ese saber vivir, o arte de vivir, es a lo que llamamos ética. No obstante, lo que vaya a ser nuestra vida, dependerá en gran parte de nuestra libertad, es decir, de nuestra capacidad para inventar, elegir y discutir por nosotros mismos nuestro propio proyecto de vida. Vista así, la libertad, es poder decir “sí” o “no”, lo más opuesto a dejarse llevar, por ejemplo, por la costumbre, los hábitos y los caprichos, libertad es poder decidir racional y responsablemente nuestros propios cursos de acción, haciéndonos cargo de las consecuencias de nuestras acciones.

 a) Elegir entre lo posible: 
No obstante que hemos reconocido la posibilidad humana que es la libertad, siempre elegimos dentro de lo posible, toda vez que la elección,cualquiera que ésta sea, es una “elección en situación”. Como señala Fernando Savater, por ejemplo, no somos libres de elegir lo que nos pasa (fecha de nacimiento, tener tales o cuales padres, tener dos o más ojos, etc.), pero sí libres de responder a lo que nos pasa de tal o cual modo (obedecer o revelarnos, ser prudentes o temerarios, etc.). Siempre elegimos entre lo que es posible para nosotros. Por ejemplo, soy libre de querer estudiar filosofía, pero dada mi incapacidad para dar lugar al pensamiento abstracto y crítico y mi nula preparación en las ciencias del pensamiento, me resulta casi imposible conseguir dicho objetivo. En cambio, puedo elegir una carrera para la cual si cuento con las aptitudes y el tipo de personalidad que dichos estudios requieren. Esto dos ejemplos, dan cuenta, pues, de que somos libres, pero siempre elegimos entre lo posible, de acuerdo con nuestras propias posibilidades.

b) Elegir en la omnipotencia:
Elegir en la omnipotencia, significa nada menos que lo contrario de elegir entre lo posible; significa conseguir siempre lo que uno quiere y como uno lo quiere, aunque parezca imposible. Esta idea de superlibertad, resulta prácticamente imposible; humanamente resulta imposible conseguir lo que uno quiere, más bien, como hemos apuntado, se consigue lo que uno puede. Ejemplo: puedo querer y desear volar a la misma velocidad que un jet de los más sofisticados, pero humanamente estoy imposibilitado. Poder elegir en la omnipotencia, si ello pudiese ser de algún modo posible, sería una capacidad atribuible sólo a Dios, pero el hombre no es Dios. Incluso, los hombres mismos que, gracias a su poder, su dinero, su fama, etc., se dicen a sí mismos y a los demás conseguir “lo que ellos quieren”, se encuentran también imposibilitados de elegir en la omnipotencia, pues el dinero, la fama, el poder, etc., constituyen medios también humanamente limitados. Por más poder que se tenga, jamás el hombre podrá estar en dos espacios simultáneamente, echarse un día por la ventana de su casa y empezar a volar, entre otras limitaciones, “demasiado humanas”. 



COMPORTAMIENTO ANIMAL VERSUS COMPORTAMIENTO HUMANO

 los animales, las respuestas que éstos ofrecen al medio ambiente son siempre de carácter mecánico y unívoco. Hay así un “ajustamiento” perfecto gracias a su dotación y determinación biológica que les hace responder ante los estímulos siempre de una forma y no de otra. A este ajustamiento se le denomina “justeza”, y se produce de forma automática. Ahora bien, mientras en los animales hay siempre respuestas unidireccionales y repetibles mecánicamente, en el ser humano la respuesta no se produce de forma automática, y en esta no determinación de la respuesta, se produce el primer momento básico de la libertad, gracias a que el hombre se encuentra libre de estos estímulos del medio ambiente y puede adaptarse de múltiples formas gracias a que posee inteligencia, misma que le permite hacerse cargo de su situación de manera libre y consciente. Y no sólo porque la respuesta no viene ya biológicamente condicionada, sino porque, precisamente por esta razón, tiene que justificarla. A este tipo de ajustamiento humano, se le denomina “justicia”.



IMPORTANCIA DE LA INTERSUBJETIVIDAD EN LA CONSTITUCIÓN DEL SUJETO ÉTICO

No es el yo individual el único horizonte de la eticidad humana, pues el fundamento y posibilidad de la libertad creadora de las acciones propiamente éticas, entendida la acción humana como principio y como voluntad, no se dan en el vacío. El yo no puede llegar a ser plenamente un yo ético, es decir, un ser que pueda alcanzar su autotrascendencia, si es concebido al margen de la comunidad de yoes con los que convive cotidianamente, y constituyen por ello mismo, la condición de posibilidad de su confirmación y reconocimiento como tal yo. En esta perspectiva, Savater concibe al yo ético a partir de los principios que para él constituyen los puntos de partida de la reflexión ética, como son: la acción, la existencia dinámica, la posibilidad y la libertad. Sin embargo, un nuevo principio que agrega a los anteriormente citados es la intersubjetividad Bajo esta conceptualización el sujeto ético para ser un verdadero yo, requiere de otros yoes, necesita ser confirmado y reconocido por una comunidad que lo trascienda, y que al mismo tiempo, le permita desarrollar su propio querer como proceso de autoapropiación personal.
El proceso de constitución del sujeto ético visto por Savater, pasa necesariamente por tres momentos interconstituyentes que son complementarios. Primero, el proceso consiste en asumirse como un sujeto capaz de ser libre y, por ello, no cosificable; en segundo lugar, se hace necesario entrar en el juego del Ínter-reconocimiento establecido entre el propio yo y los otros yoes como sujetos de libertad, y tercero, para lograr todo ello, se requiere instituir una comunidad de sujetos donde todos sean vistos como fines en sí mismos, y como entes capaces de desarrollar sus propias potencialidades (realidad de lo posible). En este proceso de constitución intersubjetiva del yo ético, se requiere instaurar una comunidad social en la que las voluntades mutuas de reconocimiento y de interdependencia humanas hayan encontrado su adecuada institucionalización, y donde la condición ética atribuible a todo ser humano, no le sea vedada a nadie.

martes, 20 de noviembre de 2018

EL HOMBRE COMO PERSONA

Cabe reconocer que el concepto de persona no ha recibido la misma atención por parte de los filósofos morales o éticos,sin embargo, filósofos como Boecio, Kant, Mounier, Fernando Savater y Carlos Díaz, se han ocupado de este tema con referencias directas, en algunos casos, y en otros indirectas, al ámbito de la ética.
Boecio definió a la persona como una “sustancia individual de naturaleza racional”.
Para Emmanuel Kant, el concepto de persona aparece fuertemente asociado al de respeto, ya que éste se da en dos sentidos: como respeto a la ley, y como respeto a la persona. En el caso del primero, consiste en una subordinación de la voluntad, la cual tiene conciencia de que debe acatar la ley, mientras que en el segundo caso, respeto significa tener conciencia de que los demás seres humanos son personas y que, por esta razón no debemos emplearlos como medios sino verlos como fines en sí mismos.
Emmanuel Mounier creador de la corriente mejor conocida como Personalismo, define a la persona a partir de cuatro elementos:
1. Salir de sí: esto es, descentrarse, estar disponible, en una palabra, apertura.
2. Comprender: esto es, abandonar el propio punto de vista para acoger el del otro.
3. Asumir: como tomar sobre sí, hacerme cargo.
4. Dar: como expresión de gratuidad y generosidad.
5. Fidelidad: en el amor, en la amistad, como expresión de consecuencia y no de obsecuencia.
Para Carlos Díaz La persona, de ser una sustancia individual, pasa a ser una “sustancia relacionar.
La persona, desde el personalismo comunitario de Díaz, es sustancia relacional; es realidad en sí, tal realidad en sí es de naturaleza relacional-intercomunicada. La persona es siempre en el marco de unas relaciones posibles entre un yo-y-tú y un tú-y-nosotros.


EL HOMBRE COMO POSIBILIDAD

El hombre es acción, es posibilidad de llegar a ser todavía lo que no es. Es algo que está sujeto a la dialéctica que consiste en hacerse y re-hacerse, esto es, en inventarse a sí mismo. A diferencia de los animales, que no pueden ofrecer mas que respuestas mecánicas e instintivas ante las influencias del medio ambiente, el hombre es un ser con posibilidades de optar por varios cursos de acción cuando se le presenta una situación en donde entra en juego su capacidad de decisión. En tal sentido, la posibilidad es en sí misma un rasgo constitutivamente moral del hombre, en tanto que con su ejercicio trasciende su propia animalidad.
Porque primaria y consustancialmente, es una entidad en proceso de construcción, es un ser que no está clausurado en su misma especie, en su ser individual, como especie animal; sino que es un ser móvñ, es un ser ambiguo, es un ser inestable e inacabado, pero que en esa movilidad y ambigüedad y en esa inestabilidad, paradójicamente, está su grandeza, y su poder. “Esa característica de poder construirse ‘idealmente’ es algo que descubrimos en los textos primeros de la cultura clásica: la de ver al hombre como posibilidad”.
El hombre, al asumirse como un ser de posibilidades, trasciende su propia animalidad, opta por diferentes cursos de acción a través del acto de la elección. Al elegir, se elige a sí mismo, ya que asume su propia libertad, como ejercicio libre y consciente de que está decidiendo por voluntad propia. Por tal razón, la posibilidad y la elección son dos rasgos constitutivos del carácter moral del hombre. Son pues, dos factores configuradores del ser del hombre, un ser que es en la medida en que se hace a sí mismo, eligiéndose. Aunque habrá que reconocer que las posibilidades reales en las que nos desenvolvemos y de las que nos vamos apropiando son al mismo tiempo oferta y limitaciones para nuestra libertad. Oferta, en cuanto podemos apropiarnos de unas y descartar otras, pero también limitación, puesto que esas posibilidades no son absolutas ni nosotros elegimos cuántas y cuáles nos va a presentar la vida.

EL HOMBRE COMO ACCIÓN

Concebir al hombre como un ser activo ha sido uno de los temas en los que algunos filósofos de todos los tiempos han coincidido, desde Platón y Aristóteles, pasando por Spinoza, Leibniz, Marx, y, en nuestros días, Fernando Savater.
Platón hizo una afirmación que para muchos, en tanto que fue un filósofo idealista que sostuvo que el verdadero ser se encuentra no en las cosas sensibles sino en las ideas, pudiera resultar controvertida. Para él: “conocer es actuar”. Quería decir que esta acción sobre las cosas que es el conocimiento, constituye el instrumento simbólico mediante el cual, al relacionarse cognoscitivamente con ellas, el hombre las hace inteligibles.
Aristóteles distinguió dos clases de actividad humana: la praxis, instransitiva, que consiste en el puro ejercicio del sujeto, y la poiesis, transitiva, que consiste en hacer algo y dejar como remanente un producto. Se trata de la distinción entre las actividades desinteresadas y las que tienen por objeto precisamente las objetivaciones, es decir, la obtención de un producto como obra final. En el caso de filósofos como Spinoza y Lebniz, lo que éstos denominan sustanáa, no es más que un “punto de fuerza”, es decir, una perpetua vocación transformadora de las cosas. Continuando con esta tradición del pensamiento filosófico, en el siglo XIX serán Karl Marx y Federico Engels, quienes van a sostener que no es la conciencia lo que mejor define al hombre, como se había sostenido desde Aristóteles, sino el trabajo, esto es, la praxis transformadora de la naturaleza y de la vida social. Al respecto, estos filósofos sostienen: Podemos distinguir al hombre de los animales por la conciencia, por la religión o por lo que se quiera. Pero el hombre mismo se diferencia de los animales a partir del momento en que comienza a producir sus medios de vida, paso éste que se halla condicionado por su organización corporal. Al producir sus medios de vida, el hombre produce indirectamente su propia vida material.
El hombre, para estos filósofos, es esencialmente un ser que trabaja, y dicha actividad es precisamente aquello que lo humaniza y distingue de los animales, toda vez que a partir del trabajo éste produce su propia vida material, y desde la misma, comienza a edificar sus propias formas de organización social.
Para Marx, tiene que ver con los modos como los hombres producen su vida material y/o “sus condiciones materiales de existencia” en las diferentes formaciones sociales.
En el caso de Fernando Savater, la acción humana es el principio fundamental del que habrá de arrancar toda reflexión ética que se precie como tal, ya que para él, el ser humano consiste en estar haciéndose, es decir, en esa lucha que pretende vencer la resistencia que le ofrecen las cosas. En esta situación, según Savater, las cosas se resisten a cambiar la identidad fija que poseen antes de ser cosas u objetos para un sujeto cognoscente.
El hombre se asienta, paradójicamente, en lo dinámico y reconoce su necesidad más propia, nueva paradoja, en lo posible.

martes, 13 de noviembre de 2018

ASPECTOS CONSTITUTIVOS DE LA PERSONALIDAD MORAL

Ethos , carácter y personalidad moral

La vida humana es por naturaleza moral, en tanto el hombre está irremediablemente emplazado a conducirla por sí mismo.
 La moral consiste, por tanto, no sólo en ir haciendo mi propia vida, sino en cómo de hecho la he construido, a partir de la incorporación de las posibilidades ya realizadas. En este sentido, la moral resulta ser algofísicamente real, o como decía Aristóteles, una segunda naturaleza.
al realizar cada uno de mis actos, voy realizando en mí mismo, mi propio ethos, carácter o personalidad moral, lo que de hecho soy, moralmente hablando.
El caracter configura la verdadera personalidad de la moral.
 Quiere decir que nuestro carácter y/o modo de ser se va definiendo a través de cada uno de nuestros actos. De este modo, la personalidad moral incorpora todos aquellos actos que vamos bordando en nuestro trayecto de vida, es lo que le da forma a nuestros propio ethos, nuestro caracter y singular modo de ser.

Temperamento y Carácter
El temperamento se refiere al modo de reacción y es algo constitucional e inmodificable en el individuo, mientras que el carácter se forma esencialmente por las experiencias de la persona, especialmente, en su infancia y es modificable hasta cierto punto por el conocimiento de uno mismo y por nuevas experiencias.
El carácter son  las cualidades heredadas.

LA DESMORALIZACIÓN HUMANA

 La desmoralización en el hombre es un abandono de la posibilidad de llegar a ser cada vez más humano, es decir, más justo, honesto, libre, racional, y todo aquello que, de acuerdo con la moral como contenido, constituye lo estrictamente humano.
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José Ortega y Gasset, señala que la vida humana consiste, fundamentalmente, en tarea y quehacer. Para este filósofo español, decir que el hombre es “moral” es un pleonasmo, una mera tautología. 
 Un hombre desmoralizado es simplemente un hombre que no está en posesión de sí mismo, que está fuera de su radical autenticidad y por ello no vive su vida, y por ello no crea, ni fecunda, ni hinche su destino.
Para Ortega, está alta de moral una persona o una sociedad cuando está en su “quicio”, esto es, cuando le sobran fuerzas para enfrentar la vida por más amenazante que ésta sea; en este sentido se dice que está desmoralizado aquél que ha perdido las ganas de comportarse en nuestra sociedad actual como un ser verdaderamente humano. 
En la actualidad, la ética y la moral debieran ser artículos de primera necesidad, precisamente porque nuestra sociedad local, con todos sus avances, está profundamente desmoralizada.
 Hoy en día no sabemos qué hacer ante problemáticas sociales que nos desbordan.
Lo solución o antítesis de la desmoralización, tiene que ser la moralización de la sociedad, de las instituciones y de los ciudadanos que las integramos, moralizando con ello todas las esferas sociales, empezando por nosotros mismos.

EL QUERER COMO POSIBILIDAD

La ética del deseo, de la posibilidad y de la libertad transforma el principio cartesiano “pienso, luego existo”, por el de “quiero, luego existo”. Si la acción humana es el fundamento de toda moralidad, para ser el hombre primero tiene que querer ser.
  el nuevo principio de la subjetividad énea no es el deber, sino mi voluntad más profunda. Por lo que, de acuerdo con Savater, la pregunta radical sobre la cual gira la ética ya no es “¿qué debo hacer?” ni tampoco”¿qué puedo hacer?”, sino “¿qué quiero hacer?
 En el horizonte del quehacer ético, antes de ser, la decisión compete única y exclusivamente a nuestra voluntad.
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 El querer, en un sentido ético, no es sinónimo de capricho, terquedad o simplemente, una acción fortuita, sino que es un querer radical en donde nos va nuestro propio ser, es decir, el ejercicio consciente de nuestra libertad.
 El querer como posibilidad, por consiguiente, implica que: “Es de mi querer esencial, no de un querer parcial o cosificado, sino del querer que radicalmente me constituye, de donde tienen que brotar mis normas y mis valores.

Video segundo parcial

UNIDAD II. CONSTITUCIÓN DEL HOMBRE COMO SUJETO MORAL
EL HOMBRE COMO: ACCIÓN, POSIBILIDAD Y PERSONA.
PRE-PRODUCCION
INTRODUCCIÓN: Abordaremos a el hombre como ser constitutivamente moral, clasificándolo en acción, posibilidad y persona, explicando a que corresponde cada uno y la concepción de distintos filósofos respecto a el tema.
OBJETIVO: Exponer frente a nuestros compañeros las ideas más relevantes y así contribuir a su aprendizaje en el área de Ética y Desarrollo Humano.
JUSTIFICACIÓN: La ética es esencial en nuestra vida, ya que comprende y analiza al hombre en todos los contextos en los que este se desenvuelve, es importante conocerla y estudiarla para llegar a la felicidad, con una vida plena según las aspiraciones de cada individuo.
FUNDAMENTACIÓN: El tipo de producción será documental.
GUION: Escena 1 duración
CRONOGRAMA DE ACTIVIDADES:

LUNES
MARTES
MIÉRCOLES
JUEVES
VIERNES
Recopilar información
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Planeación

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Recopilar materiales necesarios


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Grabar escenas


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Grabar
Audio


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Editar (post-producción)



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MATERIALES: Escenografìa (museo), luz natural, cámara, vestimenta.
Integrantes:
·         Arellano Ceceña Guadalupe Yamileth
·         Pérez Vázquez Iris Alejandra
·         Urias Garcia Luis Alberto
·         Valles López Sergio Esteban
Grupo:2-2

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